Una de las claves del éxito en la vida es la pasión por lo que se hace, una forma de existencia que conduce a la realización personal y que en el caso de un mentor, transmite no solo conocimiento a sus discípulos, también deja un legado en la psiquis de cada ser con esa distinguida manera de contagiar amor por el trabajo.
Con los pies en pista, metido de lleno en la labor diaria luego de muchos años recorriendo el mundo en el circuito profesional, Pablo Lozano trabaja con sus dirigidos en la Academia junto a su gran cómplice en esta misión, José Altur, una casa en la que se predica con el ejemplo y donde al tenista se le inyecta energía desde la ilusión y el convencimiento.
“Soy un tipo dulzón y entiendo que podemos trabajar duro cada día sin renunciar a la felicidad”, confesó Lozano de entrada en una charla especial con los amigos de industriadeltenis.com. “Reconozco que yo disfruto mucho lo cotidiano, hago lo que amo y eso quiero transmitir a los jugadores de nuestra Academia”, agregó quien estuvo más de doce temporadas junto a Sara Errani en la WTA.
Para llegar lejos y mantenerse en lo alto hay que tener siempre las ideas claras, objetivos definidos que marcan la ruta con altísima precisión. El deporte de alto rendimiento no solo exige capacidades físicas de figuras mitológicas, también demandan una enorme destreza mental para manejar cada momento, una esfera que el director de la Academia conoce muy bien. “Los jugadores deben jugar de memoria, adiestrados para enfrentarse a las situaciones de estrés de la alta competencia. Solo se puede tener éxito si eres fiel a tu ADN tenístico”, remarca.
Con su bagaje, Pablo Lozano no sólo comparte su sabiduría con los jugadores que hacen vida en el Club Deportivo Saladar, sus colegas, y él mismo, se nutren de cada charla diaria, de cada café, de cada comida en la que puedan intercambiar experiencias en beneficio de todos. “Un jugador profesional sabe más de tenis que tú y no siempre te otorga su credibilidad”, detalla antes de revelar ese instante en el que decide intervenir en su sesión de práctica. “Espero el momento en que me da pie y me consulta, no impongo jamás, solo comparto mi opinión. Solo dedicamos diez minutos a una charla pre-partido, luego siempre le ayudo a estirar y si quiere dedicamos diez minutos al post partido. Después, se acabó, el partido dejo de existir para nosotros”, añade el director.
Una de las verdades más duras del tenis es que la derrota está siempre garantizada, incluso para los mejores jugadores del mundo. Saber enfrentar las decepciones deportivas durante tantas semanas al año es una tarea delicada y que hay que saber llevar. Un dato que deja Pablo en la conversación es una estadística que impresiona en su relación laboral con la italiana, Errani, quien festejó once campeonatos en 450 semanas como profesional Top 100 y Top 10.
“La derrota no importa tanto, como pierdo sí”, sintetiza confirmando que en “los momentos de máxima tensión, abandonamos el plan, dejo que su instinto les guie para jugar lo menos mal posible”.
Su comunicación con sus alumnos está consensuada y busca transmitir calma para quien lucha en cancha en contracorriente en este vaivén de emociones que regala el deporte blanco con cada pelota que se disputa.